Cada vez comemos más plástico
URBES GLOTONAS, ACELERACIÓN, AGRICULTURA INDUSTRIAL Y DESNATURALIZACIÓN DE LA COMIDA.
Sin darnos cuenta, la vida urbana nos impulsa a consumir cada vez más plástico, y esta realidad es cada vez más evidente en los supermercados: transitamos por pasillos llenos de productos alimenticios perfectamente dispuestos en coloridos envases que evocan elementos y espacios naturales muy, muy lejanos a esa realidad que nos muestran.
Es como pasear por un holograma creado para alimentar los anhelos de la vida campestre sin perder de vista las necesidades de la agitada vida urbana, un juego en el que los ojos comen mejor que la boca y siempre al ritmo del bolsillo.
La leche viene de la nevera
Todos hemos escuchado sobre la historia del niño que no sabe de dónde viene la leche, los tomates y qué decir de los champiñones. En su corta vida urbana y en su mente citadina la leche sale de la nevera que, a su vez, se surte de la bolsa del supermercado.
Las ciudades, poco a poco, han empeñado sus entornos rurales para favorecer su crecimiento urbanístico. Para vivir más juntitos, y claro, para ser más efectivos, se ha reubicado la producción de alimentos en zonas muy específicas. Las ciudades han crecido tanto como las barrigas de sus habitantes mientras los cinturones agrícolas cada vez se han alejado y se han especializado más, al extremo de que hoy en día para todos Ucrania es el granero del mundo o Almería el invernadero de Europa.
Esta distancia con la tierra se traduce en desnaturalización de la comida, la perdida de valor del proceso de producción. La lejanía y poco interés en los procesos que una fresa vive antes de llegar al plato se refleja en fresas maltrechas en el fondo del frigo, esperando con suerte morir en el contenedor de basura orgánica.
¡Ay! Si conocieras la planta, la hermosa flor blanca, el botón que se forma cuando la fresa asoma su pequeño trasero. El sol y todo el riego que necesita para crecer hasta transformarse en ese fruto rojo, dulce, apetitoso… Seguro comerías con más aprecio cada una de las que caen en tus manos y procurarías que ninguna terminara en el fondo del frigo.
Muchas barrigas, mucha comida
Las ciudades crecen y como consecuencia, los habitantes demandan cada vez más alimento (que no necesariamente consumen), haciendo que la agricultura industrial se posicione cómodamente como el modelo de producción idóneo para alimentar tanta glotonería. Y quien dice agricultura, dice pesca, ganadería, apicultura y todo alimento que se pueda producir a gran escala.
Un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que los niveles de contaminación por plástico en el sector agrícola son incluso mayores que los del mar.
El informe nos deja unas cifras bastante alarmantes. Por ejemplo, las 12,5 millones de
toneladas de plástico que se usan anualmente en el proceso de producción agrícola o los 3,7 millones de toneladas que requieren el envasado de alimentos.
Hagamos un cálculo rápido: pensemos en el animal más grande de la tierra, una ballena azul, adulta, gorda, bella, pesa unas 180 toneladas y según National geographic hay unas 25.000 nadando por el planeta, esto nos da unas 4,5 millones de toneladas de ballena. Es decir que sólo en el cultivo, gastamos anualmente 3 veces el peso de toda la población de ballenas azules del planeta. Plop, me acaba de dar algo.

OJOS QUE VEN, BOCA QUE NO DISTINGUE
Cuando un cultivo baila al ritmo de la producción, la calidad disminuye. El resultado, son enormes tomates de agua y poco sabor; manzanas brillantes y perfectamente redondas… La comida ya no sabe a lo que debería saber ni se ve como se debería ver. Pero es que ya nadie recuerda el sabor ni todo el universo de formas que puede tener un tomate, una manzana o una fresa natural.
Fukuoka (agricultor, biólogo y filósofo) reflexiona al respecto y dice que “los consumidores asumen que no tienen nada que ver con la contaminación agrícola”, pero a su vez demandan “productos grandes, brillantes y completamente impecables”.
La demanda de productos fuera de temporada y de otras latitudes no hace más que empeorar el problema. Los cultivos deben recrear de forma artificial las condiciones en las que vive originalmente la planta. Y este es uno de los motivos por lo que los mares de plástico se instalan definitivamente en nuestro paisaje.
Barriga llena, bolsillo contento
El valor de venta de los alimentos dista mucho del valor de producción, el mercado alimentario en manos de los supermercados presiona con fuerza a los productores para sacar un mayor beneficio y es así como el precio se impone a la ética animal, humana, vegetal…
Los ultrapocesados ganan terreno y la calidad de los alimentos sigue en descenso al igual que el precio, la comida dura más (para que luzca bien en los estantes del supermercado) y es menos alimenticia, cada vez tiene más empaques y menos vitaminas, cada vez es menos comida.
Y, ¿AHORA QUÉ?
Supongo que a estas alturas estás con un bajón inconmensurable. Lo cierto es que hay mucho por hacer desde casa, desde la ciudad que tanto te gusta y a la que tanto amas.
Toma acción con estas ideas que pueden ser útiles para mejorar tu consumo alimentario y sobre todo tu relación con la comida:
- Cultiva en casa:
una lechuga, un perejil, una patata. Sea cual sea tu situación, seguro encontrarás una planta que puedas cultivar y comer. Esta acción te permitirá descubrir el proceso que se oculta en la tierra y podrás entender el esfuerzo productivo que hay detrás de cada alimento, tanto tuyo como de la planta misma. Enamórate de tu comida. - Busca cooperativas de consumo o agricultores locales.
En la mayoría de ciudades se están gestando proyectos de huertos urbanos o cinturones agrícolas. Sal y conoce mejor tu entorno y apoya proyectos que trabajen restaurando la tierra. - Busca las frutas más extrañas y llévalas a casa. Las frutas feas merecen una oportunidad. Recuerda que si te puedes reflejar en una fruta no es buena señal de lo natural que sea. Las frutas y vegetales son diversos, busca las más extrañas y llévalas a casa
Estas son nuestras lecturas recomendadas para ampliar esta información:
- La revolución en una brizna de paja, de Masanobu Fukuoka.
**Este libro lo leímos en nuestro club de lectura. Si quieres profundizar sobre el arte de la agricultura, es imprescindible
- Ciudades hambrientas, de Carolyn Steel.
Otro de nuestros libros del club de lectura. Cuenta la historia de la relación de las ciudades con la alimentación.
Y un par de lecturas rápidas
Gestión del plástico como grán desafio